jueves, 24 de marzo de 2011

Retratos libios

He leído por ahí que una de las pocas cosas buenas que traen las guerras es que retratan a la gente. No estoy totalmente seguro de ello. Basta con escuchar a todos aquellos que cambian su percepción de los conflictos armados y su opinión sobre ellos en función de sus intereses. Ellos sabrán cuáles. Aunque supongo que eso también es un retrato.

Combatiendo en una guerra contra nuestras propias armas, pareciera por algunas opiniones que los misiles de los cazabombarderos reparten chucherías entre la población libia. Quizás los fabricaron así. Mientras, los gobiernos y los medios de propaganda no dejan de bombardearnos a nosotros con la única idea admisible: que estamos allí, como siempre, salvando a alguien de los malos. Ya saben, la Guerra es la Paz y nosotros siempre somos los buenos de la peli.

Sí, puede que sea una decisión compleja saber si se apoya o no una intervención militar que dice responder a la necesidad de defender los derechos humanos ante la violación de los mismos por parte del gobierno de un tipo despreciable. Pero, aunque este señor tenga el privilegio de poseer la llave de oro de Madrid, no es el único ser humano despreciable del planeta. Existen muchos otros aún y a algunos de ellos les seguimos vendiendo armas.

Algunos creemos que todos los muertos son o deberían ser iguales, sea quien sea el asesino, aunque ya sabemos que no todos los muertos sirven para que hable Obama. Con la Declaración de los Derechos Humanos en la mano, ni la propia defensa de los derechos humanos justifica la violación de los derechos humanos. Y eso es así aunque la guerra esté respaldada por la legalidad internacional y una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU (¿la guerra de Irak habría sido aceptable con el aval del Consejo de Seguridad?), ese órgano tan democrático y cuyas decisiones pasamos a denominar automáticamente como "mandatos de la comunidad internacional". Con respecto a ello no puedo hacer otra cosa que aplaudir las declaraciones de Lula: "Estas invasiones sólo ocurren porque la ONU está debilitada. Si la ONU tuviera una representación del siglo XXI y no del siglo XX, en lugar de mandar un avión a bombardear, hubieran enviado al secretario general para conversar".

La justificación de la intervención en esta guerra, por otra parte, nos lleva a preguntarnos una serie de cuestiones. ¿Marcará esta intervención un punto de inflexión en la política internacional sobre derechos humanos? ¿Declararemos la guerra a todo aquel régimen que no respete los derechos humanos de una población rebelde? ¿Qué injerencias en asuntos internos de los estados están justificadas y cuáles no? ¿Estaremos preparando ya nuevas resoluciones para intervenir en Yemen, Bahrein o Siria? Todos sabemos perfectamente que no. Entonces, ¿qué relevancia tiene Libia para que hayan decidido actuar así? Pues eso.

Mientras no nos dotemos de otra organización, debemos acatar las resoluciones de la ONU (todas), pero la decisión de participar militarmente, como ha hecho España, es voluntaria. ¿Es una decisión coherente participar en una guerra (otra, no olvidemos Afganistán) que nos va a costar 25 millones de euros (si dura lo que dicen a priori) mientras se recurre al argumento de los problemas de financiación para recortar servicios públicos y gastos sociales?

La decisión de apoyar o no lo que se está produciendo en Libia es compleja, sí. Pero desnuda nuestras incoherencias ante lo que decimos defender o reafirma los valores que inspiran nuestros actos. Lo peor es que quizás alguien que confiaba en nuestros valores se sorprenda al ver terminado nuestro retrato.

1 comentario:

  1. "¿Declararemos la guerra a todo aquel régimen que no respete los derechos humanos de una población rebelde?" Por ejemplo a Israel. Seguro que no y los comparsas serán los mismos, protegerán a los que esquilman las costas del Índico, con barcos con bandera de islas paraísos fiscales y armadores españoles. Los nativos de esos países que defienden su patrimonio son piratas, y los que le roban ese patrimonio países civilizados, y el dinero que financia la protección sale de todos los españoles, incluidos los parados.

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